sábado, diciembre 13, 2008

Cómo admirar a la vez a Marx, Lenin, Mao, Hitler y Franco (4)

Algunas semanas después de ganar las elecciones, Francisco Macías forma su primer gobierno independiente, en el que figuran representantes de las diferentes fuerzas en las que se ha apoyado para ganar. Además de la presidencia y el ministerio de Defensa que quedan en manos de Macías, Edmundo Bosío ocupa la vicepresdencia y el ministerio de Comercio; Atanasio Ndongo ocupa la cartera de Exteriores; Angel Masié Ntumu será ministro del Interior; Andrés Ebonde Ebonde ministro de Haciencia; Jesús Oyono Alogo ocupa el departamento de Obras Públicas; Ricardo Erimola Chema en Industria y Minas; Agustín Grande Molay en Agricultura; Pedro Ekong Andeme en Sanidad; José Nsue Angüe en Educación; Román Borikó Toichoa en Trabajo; y, finalmente, Jesús Eworo en Justicia.

Los inicios de Macías fueron notablemente moderados. Se mostraba en público casi siempre en compañía del embajador español y repetía en sus actos que España debía ser considerada como una nación amiga. Sin embargo Madrid, probablemente cediendo a las presiones de los terratenientes blancos que respiraban por la herida de no haber logrado colocar a sus hombres en las magistraturas del país, se mostró tan poco interesada en la nueva Guinea que a la proclamación de su independencia ni siquiera acudieron ni el ministro Castiella ni Carrero Blanco.

El enfrentamiento acabó llegando por el flanco económico. Macías acabaría por denunciar públicamente, en una reunión en presencia del embajador español, que las principales empresas españolas radicadas en Guinea apenas tenían capital circulante. El dinero había volado. Este conflicto comenzó a generar en la cabeza de Macías la psicosis del atentado personal y del derrocamiento. Al calor de diversos enfrentamientos entre negros y blancos, Macías retiró la bandera española de los edificios oficiales y declaró al embajador Durán-Lóriga persona non grata. España respondió ordenando a la guardia civil que ocupase el aeropuerto de Santa Isabel (Malabo) y la oficina de Correos, y que armase a los colonos blancos. El 1 de marzo, el gobierno declaró el estado de emergencia e hizo un llamamiento a los jóvenes para que le apoyasen. De aquella forma, acababa de nacer una de las instituciones más siniestras de la Guinea de Macías: las Juventudes en Marcha con Macías. El 2 de marzo comenzó la repatriación de españoles.

Meses antes de estos enfrentamientos, Macías había conseguido del presidente de Gabón que le devolviese a Bonifacio Ondó, que estaba en el país vecino autoexiliado. Tras la caída en desgracia de Ondó, la única alternativa seria a Macías era Atanasio Ndongo, ministro de Asuntos Exteriores. Al parecer, Ndongo aprovechó sus viajes por España para reunirse allí con guineanos residentes en el país y hablar de alternativas de gobierno. Después de eso, Ndongo voló a Guinea, llegó a Malabo y se entrevistó con Macías. Luego se marchó a Río Benito y después se dirigió a Bata. Muy cerca ya de esta ciudad, inmovilizó al delegado gubenativo que le acompañaba, Andrés Nuchuchuma, y luego al delegado del distrito de Bata, Esteban Nsue. Una vez encerrados ambos, buscó a Macías, pero no lo encontró. Sin embargo, el movimiento de Ndongo fracasó en el momento en que el capitán al mando de la Guardia Nacional, Salvador Ela, se negó a obedecerle. Tiempo después, estando Ndongo en el palacio presidencial, llegó Macías. Su gente desarmó a la guardia que el ministro había colocado en la puerta, y el presidente subió al primer piso. Lo que ocurrió allí es muy difícil de saber. El único dato cierto es que, al poco tiempo, Ndongo salía volando por la ventana del primer piso. Al día siguiente, aterrizó en Bata un avión en el que viajaban diversos prohombres del régimen presuntamente conchabados con Ndongo. Fueron llevados a presencia de Macías pero, por el camino, varios de ellos murieron apaleados. El régimen de Macías sostuvo que se había recibido un telegrama del ministro español Castiella felicitando a Ndongo por su acceso a la presidencia del país.

Macías culpó a España del golpe de Estado y, aunque ordenó a la población que los españoles no fuesen molestados, exigió la marcha de todas las fuerzas militares de Guinea. De 7.000 españoles que había en el país, en muy pocos días apenas quedaron 500.

Este fue, probablemente, el mejor momento para Macías. Que su golpe de mano contaba con el apoyo de los guineanos es un hecho, sobre todo porque muchos de ellos lo vieron como una justa reacción contra la injerencia española. La comunidad de naciones africanas, asimismo, mostró una amplia solidaridad con Guinea. Sin embargo, había elementos de gran inquietud. El principal de ellos era que Guinea se había quedado sin cuadros. Los españoles eran fundamentales para la prosperidad del país, y se habían marchado de la noche a la mañana. Para colmo, los intentos de Macías de permanecer neutral en el cercano conflicto de Biafra, complicados porque en Guinea residían nada menos que 60.000 trabajadores de origen nigeriano, le llevaron a prohibir la exportación de divisas por parte de dichos trabajadores, lo cual provocó el exilio de muchos de ellos, reduciendo aún más el número de técnicos.

En octubre de 1969, Franco remodeló el gobierno de España con una serie de cambios que reforzaban la posición de los tecnócratas cercanos al Opus Dei y a Carrero. Esto modificó de nuevo la relación de fuerzas en lo que a las relaciones con Guinea se refiere, de modo que éstas entraron en una clara etapa de distanciamiento. Una punta de lanza muy clara de la creciente desconfianza existente entre las partes fueron los estudiantes guineanos residentes en España, que en Madrid solían vivir en el colegio mayor Nuestra Señora de África. Macías retiró las becas de muchos de estos estudiantes y, al tiempo, el gobierno español se desentendió de ellos, condenándolos a una existencia económicamente muy comprometida (algo que, años después, seguía ocurriendo).

En Guinea, tras los sucesos de marzo, Macías había ilegalizado todos los partidos políticos menos una formación de creación propia, denominada Partido Únido Nacional o PUN; dos años después pasaría a ser PUNT, una vez que Macías se convirtió a la cruzada progresista mundial e incorporó al nombre de su formación la acostumbrada coletilla “ de los Trabajadores”.

Según las normas organizativas del PUNT, todo guineano, a los siete años de edad, entraba automáticamente en la Juventud en Marcha con Macías, donde permanecería hasta los 30 años. Para que no cupiera dudas de que aquéllas eran lentejas, el artículo 5 de los Estatutos del PUNT establecía, taxativamente, que “se pierde la condición de miembro del Partido con la muerte”. El PUNT tenía diversos ribetes de corte fascistoide, tales como arrogarse la misión de llevar a cabo el destino nacional y, sobre todo, establecer como obligación de sus militantes el colocar los intereses del partido por delante de los suyos propios.

Os reproduzco aquí el juramento del militante:

“Yo, guineano militante del PUNT, juro por Dios y mi honor luchar hasta la muerte, si hubiere lugar, por la integridad territorial de Guinea Ecuatorial, contra el colonialismo, neocolonialismo, imperialismo, colonialismo tecnológico, separatismo, la miseria y los golpes de Estado; respetar íntegramente y cumplir las declaraciones del Partido; reconocer y defender únicamente el gobierno legítimo votado por el Pueblo”.

Por decreto de 7 de mayo de 1971, Macías asumió todos los poderes de todas las instituciones del país. En un alarde de constitucionalismo del bueno, diversos artículos de dicho decreto derogaban artículos... ¡de la Constitución!

La gestión de Macías se fue volviendo crecientemente tribal. Macías era un ntumu procedente de un lugar llamado Mongomo; muchos españoles, confundiéndose con un célebre chiste de africanos rijosos, lo suelen llamar, equivocadamente, Mondongo. Ya desde su primer momento sus parientes y clientes, el muchas veces denominado Clan de Mongomo, ocupó muchos lugares en el poder. Conforme su paranoia respecto de posibles atentados y derrocamientos fue a más, esta tendencia se agudizó. Y no sólo se favoreció a los de Mongomo (entre ellos su sobrino y actual presidente, Teodoro Obiang), sino que se condenó al ostracismo a regiones enteras precisamente por lo contrario; así, Evinayong y Río Benito fueron perseguidas por el delito de ser la patria chica de Bonifacio Ondó y Atanasio Ndongo, respectivamente.

En 1971, Macías dijo haber descubierto un complot orquestado desde Madrid para derrocarle. Cesó a dos ministros, además de a otros altos funcionarios; pero el suceso es relevante, desde nuestro punto de vista, porque por tal motivo, el presidente culminó la limpieza de españoles del territorio, disponiendo la expulsión de la mayoría de los misioneros.

Desde 1970 estaba prohibida la entrada en Guinea de periodistas extranjeros. La paranoia llegó a tal punto que hubo casos en los que viajeros que simplemente se bajaron del avión con el periódico que venían leyendo debajo del brazo fueron inmediatamente expulsados. En 1972, Telefónica anunció que no admitiría conferencias a cobro revertido solicitadas desde Guinea.

Mandar, mandar, lo que se dice mandar, en la Guinea de Macías mandaban las Juventudes en Marcha con Ídem. Ellos dominaban la calle y concretaban la forma de actuar notablemente arbitraria de su presidente, que se muestra en cosas como el encarcelamiento de Federico Ngomo, un político retirado que había presidido la Asamblea en los tiempos de la autonomía y que había sido colocado en el Banco Central por el propio presidente. Fue encarcelado sin que nunca se le formase causa y murió en la cárcel el día que un guardia, no se sabe si por diversión, por cansancio o siguiendo órdenes, se dedicó a probar el filo de su machete en la arteria aorta del detenido. A Agustín Eñeso le practicaron varias mutilaciones y lo pasearon por Malabo a hostia limpia antes de matarlo.

En junio de 1972, Macías aprobó una ley constitucional que es un portento de equilibrio mental y político. En la dicha ley, que firma él mismo, se intitula de “Honorable y Gran Camarada, Su Excelencia Don Francisco Macías Nguema"; y luego se nombra presidente vitalicio, General Mayor de los Ejércitos, y Gran Maestro de Educación, Ciencia y Cultura de Guinea.

Esta patulea de nombramientos nos da la pista sobre otra de las características de Macías: eso que podríamos llamar el “Síndrome de Felipe II”. Sabido es que este rey nuestro no se fiaba de casi nadie y se empeñaba en que todos los asuntos de España pasaran por su mesa, lo que esclerotizó la marcha de su imperio. A Macías le pasó lo mismo. Esta afición por los muchos cargos ampulosos, sobre la que ya volveremos, demuestra, a mi modo de ver, que don Paco era una persona que no confiaba nada más que en sí mismo. Propio de personas así son medidas que tomó, como la prohibición de salir del país a toda persona que no tuviese una misión del gobierno encomendada, o la revisión sistemática de toda la correspondencia, mucha de la cual terminaba en su propia mesa.

Macías es ya un dictador puro y duro de Guinea. Aunque aún le quedan etapas por quemar. Por ejemplo, convertirse en un adalid del progresismo (tal cual).

Todo llegará.

martes, diciembre 09, 2008

Cómo admirar a la vez a Marx, Lenin, Mao, Hitler y Franco (3)

[INTERMEZZO] Pues sí, el Anónimo comunicante tenía razón. Eran Galán y García Hernández, militares que llevaron a cabo el golpe republicano de Jaca a finales de 1930, y que fueron fusilados, quienes iban a ser enterrados bajo la puerta de Alcalá, en un acto con manifestación masiva que tenia que celebrarse en algún momento del verano de 1936. La guerra cambió los planes.

Y, dicho esto, avanzamos en esta primera historia guineana que ya comenzamos a desarrollar aquí y aquí.

En 1961, las presiones que experimenta España en el ámbito internacional para convertirse en un país presentable, presiones que incluyen el asunto de la colonia guineana, dan su fruto. El contraalmirante Núñez Rodríguez, entonces gobernador general de la colonia, anuncia de forma absolutamente sorpresiva la decisión del gobierno de Madrid de conceder la autonomía a las dos provincias guineanas. Eso sí, tardó cerca de dos años en elaborar la ley marco de dicha autonomía, cuya redacción, en efecto, no empezó hasta 1963. El ministro de Información y Turismo, Manuel Fraga Iribarne, que entonces hacía las veces de De la Vega y se encargaba de dar la cara ante los periodistas después del consejo de ministros, se permitió decir que aquel proyecto normativo se desarrollaba dentro de la sólida tradición de España “en su misión civilizadora de pueblos”. Así pues, todo en el discurso franquista seguía rezumando ese tufillo chungo de blanquito que”civiliza” al pobre negro zumbón.

En el fondo, lo que Madrid quería hacer era dividir y vencer. Dividir, porque el proyecto español era abordar por separado la autonomía de Río Muni y Fernando Poo, es decir la Guinea continental e insular. En segundo lugar, trataban de buscar algún local moderado que asumiese el gobierno autónomo, pero siguiendo las amables directrices de la metrópoli. Y ese alguien fue Bonifacio Ondó Endú, un ex seminarista bienintencionado que había huido del país tras el asesinato de Acacio Mañé.

Ondó fundó el Movimiento de Unión Nacional de Guinea Ecuatorial (MUNGE), un partido moderado en el sentido de que ni de coña se planteaba la ruptura de vínculos con España.

La actuación española fue muy acorde con la misión histórica civilizadora de nuestro país. En noviembre de 1961, el almirante Carrero presentaba ante las Cortes un borrador de proyecto de ley de autonomía sobre el que aún no se había posado ningún par de ojos con párpados oscuros. En efecto, los guineanos, beneficiarios al fin y a la postre de la norma, no la conocían. Eran los españoles los que la manejaban, con prisas porque en la ONU se estaba estudiando el asunto de Gibraltar, y España quería, con la autonomía de Guinea, demostrar su propensión al buen rollito anticolonial.

En el referéndum posterior, la oposición independentista acabó uniéndose al MUNGE en la defensa del Sí, tras un primer momento en que propugnaron pasar de las votaciones.

El 11 de enero de 1964, se convocaron en Guinea elecciones para renovar Juntas Vecinales, Ayuntamientos y Diputaciones, así como para constituir la primera Asamblea General autónoma. Sólo el MUNGE participó en los comicios. El gobierno resultante de las elecciones tenía a Bonifacio Ondó como presidente y a Francisco Macías Nguema como vicepresidente y consejero de obras públicas; Rafael Nsué era consejero de Agricultura (sustituido por Agustín Nvé por un asuntillo de corrupción); Antonio Cándido Nnang de Trabajo; Luis Rondo Maguga, de Educación (sustituido por Agustín Eñeso tras su fallecimiento); Gustavo Watson Bueco, de Sanidad; Aurelio Nicolás Ithoa, de Hacienda; Román Borikó Toichoa, de Industria y Minas; y, como consejero de Información y Turimo, Luis Mao Sicachá. Federico Ngomo Nandongo, Dámaso Sima Obono, Enrique Gori Molubela y Evaristo Motede Euchi fueron designados procuradores en las Cortes españolas.

El brazo sindical del MONALIGE, la Unión General de Trabajadores de Guinea Ecuatorial (UGTGE), montó en abril de 1967 una huelga general que pretendía ser una protesta por el régimen imperante, su nivel de corrupción, así como el hecho de que, cada vez con más claridad, se pretendía que fuera una especie de autonomía permanente que, por lo tanto, evitase en la práctica la plena descolonización del territorio.

Este momento de progresiva pérdida de imagen del MUNGE fue el que aprovechó Macías para convertirse en una especie de ala izquierda del partido y tender puentes hacia el MONALIGE y Atanasio Ndongo, quien ya había vuelto del exilio, entre otras cosas, por las gestiones en tal sentido del propio Macías. En un país que comenzaba a conocer las típicas historias de satrapía africanas, tan llenas de vividores y corruptos, Macías se labró una imagen de honrado a carta cabal, de hombre sin vicios (al igual que Hitler, y casi cabría decir que Franco, ni fumaba, ni bebía, ni se le conocían promiscuidades). Finalmente, Ndongo y Macías redactaron un manifiesto conjunto en el que demandaban la total autodeterminación de Guinea.

En España, poco a poco, y como lógica consecuencia de las presiones internacionales, ganaban peso los defensores de esa autodeterminación. España invitó a estudiar el caso guineano a la llamada Comisión de los Veinticuatro, el grupo de la ONU dedicada a la descolonización; e, incluso, se adelantó a la propia ONU (Resolución 2.230) convocando una conferencia constitucional para diseñar la independencia del país. La conferencia comenzó a currar el 30 de octubre de 1967, en la sede del ministerio español de Asuntos Exteriores. En la misma intervinieron personas de la Administración española que serían importantes, tales como Fernando Morán, entonces Director General de África y luego ministro de Asuntos Exteriores con el PSOE; o Rodolfo Martín Villa, que representó al Ministerio de Industria. Por parte guineana participaron 47 personas. Estos representantes guineanos, a partir de un comunicado conjunto del IPGE, el MUNGE y el MONALIGE, se apresuraron a exigir a España que fijase una fecha para la independencia de Guinea anterior al 15 de julio de 1968. No firmaron dicho documento los partidos partidarios de una independencia distinta para la Guinea insular y la continental, es decir la Unión Fernandina y la Unión Bubi.

El avance de la conferencia, suspendida en noviembre de 1967 y recomenzada en febrero de 1968 una vez que quedó claro que la independencia sería sólo una, definió claramente la competencia como líderes guineanos de Ondó y Ndongo. En todo caso, la delegación guineana se aplicó a buscar los servicios de un asesor español; tras varios candidatos, el elegido sería el jurista Antonio García-Trevijano, cuyo papel en dicha conferencia constitucional y, en general, en Guinea, no dejaría de estar exento de polémica, incluso en aquellos años de prensa bajo sedación.

Pero lo más importante de esta segunda cascada constitucional es el papel de Macías. Hasta entonces, don Francisco se había mantenido como lo que era, un político sin ideología definida. En ese momento, sin embargo, y conforme los debates de la conferencia se iban liando, Macías fue destacándose como defensor a ultranza de la independencia. Cuando se opuso frontalmente al proyecto de Constitución elaborado por la conferencia, se convirtió en el principal adalid de la independencia de Guinea. De hecho, se quedó solo en la oposición a dicha Constitución, que consideraba neocolonialista, lo cual le habría de reportar muchos réditos en su país. La fecha de la independencia quedó fijada para el 12 de octubre de 1968. El día de la hispanidad, Guinea dejaría de ser española.

Los enemigos de Macías, partidarios del Sí en el referéndum constitucional, le ganaron dicho referéndum. Pero, en realidad, lo perdieron. La Constitución se aprobó con el 63% de lo votos emitidos, lo cual venía a significar que Macías, que propiamente no tenía partido político detrás, que estaba básicamente solo, haciendo campaña en solitario por el No, podría abrogarse hasta el último voto del 37% que le había seguido.

El 22 de septiembre se realizó la convocatoria de las elecciones presidenciales. España estuvo torpe. Su candidato, obviamente, era Bonifacio Ondó; pero empeñado como estaba Madrid en controlar Guinea empezando por dividir el continente de las islas, se montó un segundo candidato secesionista, Edmundo Bosío Dioco, de la Unión Bubi, que en la práctica dividió los votos de lo que podría denominarse los guineanos españolistas. En realidad, el candidato número dos (tras Ondó) era Atanasio Ndongo. Pero su vivero de votos estaba petado de candidatos, mientras que el de Macías era para él solo. Macías, además, fue muy listo al trabajarse a los disidentes de las formaciones teóricamente poderosas, como ocurrió con algunos dirigentes del MONALIGE. Por su parte Clemente Ateba, y su IPGE, optaron por la neutralidad.

Macías consiguió 36.716 votos, por 31.941 de Bonifacio Ondó, 18.223 de Ndongo y 4.795 de Bosío. En la segunda vuelta, quizá, Ondó creyó la partida ganada. Al fin y al cabo, era el candidato de Madrid. Macías, sin embargo, echó mano de la aritmética más sencilla, y llegó a un acuerdo con Ndongo para obtener su apoyo. Como corolario, la segunda vuelta la ganó Macías por más de 25.000 votos.

Probablemente nadie podía ni imaginarse lo que estaba por llegar.