jueves, febrero 23, 2017

Trento (16)

Recuerda que en esta serie hemos hablado ya, en plan de introducción, del putomiérdico estado en que se encontraba la Europa católica cuando empezó a amurcar la Reforma y la reacción bottom-up que generó en las órdenes religiosas, de los camaldulenses a los teatinos. Luego hemos empezado a contar las andanzas de la Compañía de Jesús, así como su desarrollo final como orden al servicio de la Iglesia. Luego hemos pasado a los primeros pasos de la Inquisición en Italia y su intensificación bajo el pontificado del cardenal Caraffa y la posterior saña con que se desempeñó su sucesor, Pío IV, hasta conseguir que la Inquisición dejase Italia hecha unos zorros.

A partir de ahí, hemos pasado a ver los primeros pasos de la idea del concilio y, al trantrán, hemos llegado hasta su constitución formal. Pero esa constitución fue tan problemática que pronto surgió el fantasma del traslado del concilio.

En ese punto del relato, hicimos un alto para realizar un interludio estético. Pasadas las vacaciones, hemos abordado la apertura del concilio y las maniobras papales para arrimar el ascua a su sardina. De hecho, el Papa maniobró, en contra de los intereses imperiales, para que Trento le pusiera la proa desde el primer momento a los reformados, y luego intentó, sin éxito, sacar el concilio de Trento.


El emperador había hecho uso de su poder terrenal para obligar a la Iglesia a no llevar a cabo sus designios, pero eso no quiere decir, necesariamente, que Roma aceptase los hechos así como así. El Habsburgo consideraba que su principal enemigo en Trento era el cardenal Cervino, y no se equivocaba pues éste era mucho más sutil, cabría decir que florentino, que su compañero Del Monte, sanguíneo y cabrón. Cervino era uno de esos tipos que creían en la máxima de los consultores de que un problema es, en realidad, una oportunidad. Para él, pues, el órdago imperial, que les obligaba a mantener abierta la botiga de Trento, era la oportunidad de seguir labrando la división entre católicos y protestantes que en el fondo iba buscando el Papa, sabedor de que era literalmente imposible que Carlos acabase por decantarse por el otro bando.

lunes, febrero 20, 2017

Crónica del rey doliente

Es una discusión habitual entre frikis de la Historia cuál fue el imperio más grande que ha conocido la Historia. Y las apuestas suelen concentrarse a favor del imperio macedonio, y con razón. Sin embargo, yo suelo matizar, en este punto, que el de Alejandro es el mayor imperio jamás creado, pero no el más grande desde un punto de vista, digamos, ético. A mí me parece que el imperio percibido como el mayor del mundo es el asirio del rey Asurbanipal. Y lo digo porque todos los indicios nos señalan que Asurbanipal tuvo la sensación de que dominaba el mundo entero, pues prácticamente todo el ecumene que conocían los asirios era tributario suyo. Esto es algo que ningún otro imperio ha conseguido nunca.